No me arrepiento cuando entré por ésa puerta aquella vez en la Iglesia y que iba muy afligida y sedienta de escucharte, de querer saber si en verdad existías y estabas cuidándome. No me arrepiento cuando aquel mismo día lloré en Misa cuando descubrí que, de algún modo, tú me habías respondido. Mucho menos me arrepiento de haber tomado la decisión y haber declarado que Te Amo, y con mi corazón infiel y dudoso quiero pertenecerte y estar contigo en tu lugar santísimo. Tal vez algunos no lo entiendan y me juzguen por esto, pero sé que esto es lo que me tenías predestinado y que ha llegado el momento de que nuestros corazones se unan y se vuelvan uno solo, Jesús ¿A quién iré? Sólo tú tienes palabras de vida eterna.